Sr. Alcalde, señoras y señores concejales, goreñas y goreños,
amigas y amigos:
En
esta singular mañana del día
de
la Bandera
, quiero, en primer lugar, dar la bienvenida a todos los presentes, también,
tener un recuerdo especial para todos aquellos que aunque no estén físicamente
aquí, porque las circunstancias les han impedido venir, tienen su
pensamiento y su corazón en esta plaza. Al mismo tiempo os invito a
rendir un cálido homenaje a los goreños y goreñas que nos transmitieron
tan hondas tradiciones y que aunque nos dejaron para siempre, están en
estos momentos, en el corazón de cada uno de nosotros.
Por
segundo año consecutivo una mujer ejerce como pregonera. Me vais a
permitir que, abundando en la línea de mi predecesora,
traiga a este balcón consistorial, la voz y el recuerdo emocionado
de las mujeres goreñas que, a través del tiempo, han contribuido a que
hayamos llegado a ser
lo que hoy somos.
Fueron mujeres de otro
tiempo: nuestras madres, nuestras abuelas, a las que les tocó vivir épocas
de extrema dureza: mujeres silenciadas, trabajadoras sin descanso y sin
remuneración, sin vacaciones, sin derechos ni autonomía y sin
reconocimiento a su labor, que sufrieron en sus carnes la tremenda
experiencia de la guerra civil, mujeres de juventud enlutada, cargada de
tristezas, ausencias y renuncias.
En
la mayoría de los casos asistieron poco o nada a la escuela porque a
decir verdad, la cultura no se consideraba necesaria para quienes debían
estar, según el dicho popular, “en casa y con la pata quebrada”.
Trabajaban
en casa, también, junto a los hombres, en las faenas del campo; tenían a
su cargo el cuidado de los hijos y también de los mayores y, a pesar de
no haber sido preparadas para otras funciones, fueron muchas las que
regentaron comercios o pequeños negocios con los que sacaron adelante,
muchas veces en solitario, las
economías familiares.
Su
actividad anunciaba la proximidad de las fiestas, y así, antes que el
pregonero recordara en las esquinas aquello de: “Por
orden del Sr. Alcalde, se hace saber que, para mayor esplendor de las
Fiestas de S. Cayetano, todos los vecinos de esta localidad blanquearán
las fachadas de sus casas…”, ellas
se aprestaban a
realizar el blanqueo de casas y fachadas, fregar mesas, cantareras y
sillas, a lavar en
la Fuente
, en
la Balsa
de
la Teja
, en los Molinos, colchones y mantas “porque
llegaba S. Cayetano a sacar los rincones..”
Las más hábiles confeccionaban, además, a la luz del candil
el “hato” de las
fiestas para toda la familia.
Concluida
la preparación, esperaban .la llegada de la música, acompañaban la
“Bandera”, contemplaban el “Encierro” en el callejón y
poco más. Estrenar un
traje para las fiestas era casi un lujo que no todo el mundo se podía
permitir. El presupuesto era
tan escaso, que para ellas, muchas veces el estreno
quedaba reducido a unas alpargatas nuevas o a un humilde delantal.
Las
duras condiciones de vida y la falta de trabajo se hicieron insostenibles
y comenzó imparable la emigración. Emigración que, como bien expusiera,
desde su vivencia, la pregonera del año pasado, lanzó fuera de Gor, en
primer lugar a los hombres y también
a las mujeres.
La
escuela a la que yo asistí, se fue quedando vacía. Aún resuena en mis oídos
una frase repetida ante la maestra casi a diario: “Una
servidora ya no viene más a la escuela porque mi padre, que está en
Cataluña, nos ha mandado a llamar” y, efectivamente, esa servidora
y otra y muchas más iban dejando tantos
huecos que aquella escuela nunca volvería a ser la misma, como tampoco
la Plaza
,
la Fuente
, las calles, la vida en Gor.
Siempre
me he preguntado que hubiera sido de este pueblo si todas aquellas
personas se hubiesen podido quedar aquí consiguiendo el puesto de trabajo
que le ha hecho más libres, más independientes pero, que también
ha sido productivo, contribuyendo crear
riqueza en aquellos lugares que las recibieron.
Nada
les fue otorgado gratuitamente. Supieron ganarse la estima y consideración
de sus nuevos conciudadanos a fuerza de trabajo y buen hacer, demostrando
siempre la honradez y seriedad que heredaron de sus antepasados.
Asimilaron hábitos y costumbres y se adaptaron
a una cultura diferente pero supieron preservar su identidad
respetando sus raíces ancestrales y transmitiéndolas a las nuevas
generaciones, que año tras año siguen acercándose a Gor haciendo que
sean nuestras fiestas un reencuentro
gozoso entre generaciones y gentes diversas.
Pero
si difícil fue la vida para las mujeres que emigraron, tampoco fue fácil
para las que se quedaron aquí. Ellas han sido capaces de mantener
abiertas las puertas de Gor, a pesar de los duros inviernos, de
la soledad, de la
monotonía ,del esfuerzo diario que han visto en fin recompensado con el
progreso experimentado en sus hijos y el reconocimiento de los que gracias
a su permanencia ,podemos volver sabiendo que siempre somos esperados y
bien recibidos.
El
progreso y los avances de las últimas décadas han afectado, como no podría
ser de otra manera, a los hombres y a las mujeres de Gor, tanto a los que
emigraron como a los que quedaron aquí: Hijas, nietas y biznietas de
aquella generación que vivió
la postguerra, hemos evolucionado de tal manera que, para nuestras
antepasadas, resultaría increíble nuestra forma de vivir, de participar,
de estar presentes en trabajos y lugares antes impensados.
El
hecho de que hoy, en Gor, haya mujeres jóvenes ocupando cargos de
responsabilidad, mujeres apostando por la actividad empresarial, mujeres
que participan en la acción política, en la vida social y cultural, no
puede por menos que alegrarnos y yo creo que también lo celebrarían
nuestras antepasadas a quienes no les faltó la capacidad y la lógica
aunque, a veces, se les negó la oportunidad de ejercerla.
Tenemos
el reto de hacer de nuestro pueblo un lugar de encuentro, de disfrute y de
acogida placentera para todos, en especial para nuestros mayores. Hoy, la
recién inaugurada residencia, puede ser el punto de inflexión necesario
para cambiar la vida económica y social de nuestro pueblo. Y no es
casualidad que sean mujeres
las que ocupan la mayoría de los puestos de trabajo generados. Estoy
segura de que esta nueva responsabilidad la sabrán ejercer con
profesionalidad, pues se han preparado para ello, pero también con esa
mezcla de cariño y entrega que nos enseñaron las mujeres que desde
siempre han cargado sobre sus hombros la honrosa y no siempre fácil tarea
del cuidado de los mayores.
Entiendo que el
futuro de Gor lo tenemos que construir por igual hombres y
mujeres y, me tendréis que perdonar que quizá haya cargado las
tintas al hablar de ellas pero
considero que es justo y necesario compensar un largo tiempo de olvidos e
injustos anonimatos. Creo que los hombres de Gor así lo entendéis.
Muchas
gracias, señor Alcalde, por darme la oportunidad de ser pregonera
de las Fiestas. Fiestas que han marcado siempre el antes y el después
en nuestra actividad a lo largo del año y que
son el motivo perfecto para el reencuentro y la amistad. Fiestas
que son un legado histórico y cultural que estamos obligados a conservar,
como signo de nuestra identidad y mejorar para transmitirla a las
generaciones jóvenes.
Jóvenes,
a los que animo a vivir la fiesta, procurando que el beber no os impida
vivir, vivir intensamente en el clima de diversidad que Gor nos ofrece
estos días.
Sed
críticos, sin caer en la descalificación estéril, sed exigentes pero
ofreciendo, al mismo tiempo, alternativas para
que entre todos construyamos con éxito este nuevo capítulo de la
historia de Gor, en el que, justo es reconocerlo, muchas personas, desde
diversos ámbitos están
aportando su tiempo y su trabajo.
Que
el ondear de
la Bandera
sobre nuestras cabezas, señal inequívoca
de que estamos en fiestas, nos aporte ese aire fresco
que haga de los goreños y goreñas, gentes de mente abierta y
despejada, capaces de alumbrar ideas nuevas para el futuro de Gor.
¡VIVA
GOR!
¡VIVA SAN CAYETANO!
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