El viaje, propiamente dicho, comenzó como casi siempre el día de antes
en que cogimos un autocar de Bacoma con destino a Málaga. Y digo cogimos
porque este verano pasado me casé en la Venta del Duque y de manos
de mi querido cuñado Paco Porcel, por lo que podríamos decir que era el
primer viaje que hacía acompañado de mi mujer, o sea, el viaje de
novios.
Para mí ha sido muy importante casarme en mi pueblo de adopción, pues ya
sabéis el cariño tan grande que le tengo a Gor.
Pero prosigamos con nuestro viaje y dejemos las melancolías para otro
momento.
Dormimos en un céntrico hotel de Málaga, pero mientras llegaba la noche
dimos una vuelta por el centro de la ciudad y enseñé a mi flamante y
reciente esposa algunos de los lugares que yo frecuentaba cuando trabajaba
en una editorial y visitaba Málaga con bastante asiduidad.
Estuvimos en el Bingo a probar fortuna, pero la fortuna ya iba con
nosotros y la del Bingo se resistió, por lo que tras tomar unas cervezas
nos fuimos a dormir.
A la mañana siguiente estábamos en el punto de encuentro con quince
minutos de antelación y puntualmente estábamos saliendo por la costa
hacia Algeciras, no sin antes recoger a una serie de personas en distintos
hoteles que hacían también el mismo viaje que nosotros.
Paramos a una media hora de Algeciras para tomar un tentempié y Espe, mi
mujer, se sintió un poco indispuesta por lo que el guía, nuestro buen
amigo Andrés, le insinuó que si estaba embarazada. Creo que le vino tan
bien la insinuación que de puro rubor al momento estaba recuperada y no
volvió a tener el más mínimo problema durante el viaje. Gracias
Andrés.
Embarcamos poco después en el Ferry con dirección a Ceuta dónde
llegamos al cabo de una hora y cuarto no sin antes haber visto el
celebérrimo "Peñón de Gibraltar". No puedo remediarlo cada
vez que paso por esas tierras, pero creo que la mayoría de los españoles
ansiamos poder recuperar algún día ese trozo de tierra que tanto
queremos.
Ya nos estaba esperando un autocar que nos llevaría hasta Tetuán , donde
después de comer poco más de un bocadillo que nos costó a precio de
oro, cambiamos de autocar y proseguimos el viaje hasta Fez.
El hotel de Fez era como si hubiera salido de un cuento de "las Mil y
Una Noches". El vestíbulo principal consistía en una gran cúpula
que me recordó a las que vemos en algunos salones de nuestra incomparable
Alhambra, de la cual pendía una gigantesca lámpara de cristal que
embelesaba por sus dimensiones y por los mil brillos que se desprendían
de ella.
Nos advirtieron que probablemente sería el mejor hotel en el que
parásemos aunque todos los hoteles dónde íbamos a parar eran de cinco
estrellas. Nos explicaron que si llegas de fuera con dinero para invertir
en la construcción de un hotel, te dan todas las facilidades del mundo;
no pagas impuestos en un montón de años, no pagas impuestos por llevar
material importado de cualquier tipo, etc., pero luego con el paso de los
años todo se va deteriorando y para reponer cualquier cosa que sea de
importación te cuesta un ojo de la cara, por lo que es frecuente que
encuentres en un hotel de esas características el grifo del agua fría de
un color y el del agua caliente de otro color y esto aplicado a todos los
elementos que puedas imaginar, por lo que en Marruecos no puedes asociar
la imagen de un hotel de cinco estrellas a un hotel como el que conocemos
aquí.
Y efectivamente así fue, a excepción de Marrakech en dónde el hotel era
bastante bueno, en los demás sitios dejaban mucho que desear.
Al día siguiente visitamos la ciudad de Fez, que está considerada como
la más antigua del Reino Alauita, fundada en el año 808, antigua capital
del Reino y cuna de la religión musulmana, así como la ciudad
intelectual, cultural y artística del país por excelencia, la cual fue
refugio en el año 817 de 800 familias musulmanas de Córdoba y tuvo la
universidad más grande del mundo árabe en el siglo IX llamada "Karaouyne".
La Medina (ciudad antigua) es la más extensa del Norte de Africa y por
ella nos paseamos durante la mayor parte de la mañana, visitando diversos
establecimientos de todo tipo.
Lo que más me llamó la atención fue ver los lavaderos donde curten las
pieles, tanto por el olor extremadamente insoportable, como por el método
empleado, que consiste en una serie de pequeñas balsas conteniendo cada
una un preparado distinto a base de mezclar agua con palomino o con sal o
con otros productos, en las que se van sumergiendo paulatinamente las
pieles que todos conocemos una vez trabajadas como marroquinería.
Después de cinco horas andando por la Medina, solo habíamos visto una
pequeña parte de ella, pero si nos llevábamos una visión bastante
generalizada de lo que es la vida en Marruecos.
Se me olvidaba contaros que en la Medina los vehículos a motor no pueden
entrar, por lo que todos los productos son introducidos a lomos de burros,
mulos, caballos (los menos) o simplemente en carretillas tiradas por
personas y que cualquiera de estos tienen preferencia de paso siempre. Ya
nos advirtieron que cuando oyéramos la palabra "balak" quería
decir que nos pedían paso y que teníamos que cederlo so pena de resultar
manchados con cualquier producto o de recibir cualquier arañazo.
Por la tarde nos trasladamos a Meknes, donde se encuentra la tumba del
Gran Monarca y en la que nos limitamos a hacernos unas fotos en la puerta
del gran Palacio Real, ya que por diversos motivos no se podía visitar.
Al día siguiente emprendimos viaje hacia Marrakech. Nos esperaban 500 kms.
de una carretera en malas condiciones, pero a medida que avanzaba el viaje
íbamos quedando absortos en la contemplación del paisaje, ya que contra
lo que cabría esperar estábamos en un país verde, que a cada paso nos
asombraba más y en el que podías pasar horas y horas contemplando una
tierra en extremo rica y fértil, contra lo que todos esperábamos
encontrar, o sea, una tierra desértica o casi desértica.
A unas dos horas de haber emprendido el viaje, paramos a tomar café en un
pequeño pueblo llamado Ifrane, del que nos dijo el guía que era la
estación de esquí más importante del país y a la que conocían con el
sobrenombre de "La Pequeña Suiza". Y efectivamente aquello
chocaba con lo que habíamos visto el día anterior en la Medina de Fez.
Desde allí enviamos unas postales a varios familiares y amigos y entre
ellos a nuestro querido Joaquín Santonegro, para que hiciera extensivo
nuestro recuerdo y cariño a toda la buena gente que tenemos la suerte de
juntarnos de vez en cuando en su "Venta".
Por cierto, ya nos advirtieron que aprovecháramos para felicitar las
Navidades porque dudaban que las postales llegaran antes de esa fecha a
pesar de que estábamos a primeros de octubre y aunque a algunos ya les
llegaron a Joaquín aún no.
Pudimos admirar además durante el viaje bastantes jaimas bereberes, que
consisten en tiendas de campaña que hacen con unos puntales y cubren con
una especie de toldos hechos con lana de oveja.
Llegamos a Marrakech entrada la noche y con la fatiga acumulada de los
kilómetros y como no sabíamos manejarnos por la ciudad, poco después de
cenar nos fuimos a dormir.
Como sabéis, hace poco que murió Hassan II, al que ha sucedido su hijo
Mohamed VI y parece, según cuentan en el país, que este último empieza
a realizar una serie de cambios políticos y administrativos con la idea
clara de abrir una ventana de esperanza a un futuro más demócrata y más
cercano a Europa.
Aún así, las tradiciones están muy arraigadas en la gente del pueblo y
costará bastante llegar a una democracia pura, en el sentido que los
europeos damos a esa expresión.
Allí no existen las pensiones para cuando el hombre cumple una
determinada edad o no puede trabajar. Allí los padres son recogidos por
sus hijos y viven a sus expensas el resto de sus vidas. Es más, entre los
hermanos puede haber verdaderas disputas por que el padre, o la madre, o
ambos, han pasado más tiempo en casa de un hijo que en casa de otro. Y
por supuesto la opinión del padre es tenida como palabra de Alah y nadie
osa cuestionar las decisiones que pueda tomar en cualquier sentido. Hasta
tal punto llega el respeto a los mayores que un hijo jamás miraría a su
padre directamente a los ojos y le mantendría la mirada, ya que ello
equivaldría a que de alguna manera faltaba al respeto debido.
En Marruecos, igual que aquí e igual que en cualquier sitio del mundo,
hay gente de todos los tipos. Quiero decir que no todos son musulmanes
acérrimos o extremistas, que ni tan siquiera todos son religiosos y que
los hay peor y mejor personas, por tanto, quiero que quede claro que no
todos respetan a sus mayores, pero que la gran mayoría, la clase media y
alta si los respetan en un porcentaje muy elevado.
La moneda del país es el dirham y equivalía cuando estábamos allí a
unas 17 ptas.
Las compras son bastante interesantes, pero hay algo que siempre debes
tener en cuenta y es el regateo. Recuerdo que en una de las muchas tiendas
que visitamos el empleado se enfadó conmigo porque no quise entrar en el
juego del regateo y me dijo que a su país se iba a regatear y que si no
lo hacía prefería no venderme nada. De hecho, se olvidó de mí y a
pesar de que me veía rondar por la tienda y manosear esto y aquello, no
volvió a dirigirse a mí.
Se puede comprar bastante barato casi cualquier cosa, pero lo más
recomendado son los conocidos artículos de marroquinería, tales como
bolsos, babuchas, cinturones, monederos, etc., y en cuestión de ropa las
chilabas, los foulards, etc., y por supuesto todo lo que te enseñen es de
imitación aunque también en esto hay imitaciones buenas y malas.
Marrakech también es llamada "La Ciudad Roja" porque casi todos
sus edificios tienen un color ocre tierra y está considerada como la
capital del sur.
Durante la mañana siguiente realizamos la visita guiada de la ciudad y
por la tarde nos fuimos a ver el famoso hotel "La Mamounia", que
está considerado como uno de los mejores del mundo y, sobre todo,
contemplamos el atardecer incomparable en la «Plaza de las Tres
Edades" o como ellos llaman "Djemaa el Fna", que tantos y
tan famosos escritores han descrito una y mil veces.
Allí puedes ver una mezcolanza de gentes y actividades difícilmente
imaginables. Puedes encontrar cobras que bailan, espectáculos circenses
de todo tipo, puestos para comprar de todo, gentes venidas de lejos que
cuentan fabulosas historias a quienes quieran escucharlas y que en un
momento determinado interrumpen su narración para pedir unas monedas y si
no quedan satisfechos con lo recaudado, se niegan a seguir contando la
historia y mil cosas más que deleitarían a grandes y pequeños.
La verdad es que lo único que tenía en mente cuando decidí hacer este
viaje, era visitar esta plaza de fama mundial y para mí alegría supera
con creces a cuanto había leído y oído sobre ella.
A mitad de camino entre "La Mamounia" y la plaza esta la torre
de la "Koutoubia", de la que dicen que es gemela de nuestra
torre de la Giralda y que resalta en la noche de la ciudad por ser el
edificio más alto y estar iluminado fabulosamente.
El siguiente día que también estuvimos en Marrakech, lo dedicamos a
recorrer su Medina, donde visitamos un sinfín de tiendas de todo tipo y
en la que nos llamó poderosamente la atención una tienda dedicada a
vender especias de todo tipo. Según nos contaron tenían más de 600
especias distintas y después de darnos una pequeña demostración de las
más importantes, casi todos compramos algo porque los precios eran
bastante asequibles.
En los días siguientes visitamos las ciudades de Casablanca, Rabat y
Tánger de las que poco hay que contar, ya que son ciudades modernas muy
similares a cualquier ciudad moderna europea.
Lo único que si merece la pena contaros es la "Gran Mezquita"
de Casablanca erigida por orden de Hassan II y costeada con las
aportaciones populares, cuya torre se eleva al filo del mar a 300 metros
de altura y que es verdaderamente impresionante. Caben cerca de 100.000
personas y su aparcamiento subterráneo tiene capacidad para miles de
vehículos y cientos de autocares.
También estuvimos visitando el panteón donde enterraron a Hassan II y
donde ya estaba enterrado su padre Mohamed V, pero seguro que casi todos
vimos en la televisión el entierro de Hassan II, por lo que no os
aburriré con más detalles.
De Tánger sólo os diré que guarda muchas reminiscencias de cuando la
ciudad estaba bajo el protectorado de España, por lo que no es difícil
ver letreros y anuncios en español y oír a la gente hablar nuestro
idioma.
El último día de viaje estaba el mar un poco revuelto y la salida del
barco se retrasó, por lo que tuvimos tiempo de contemplar el espectáculo
de los jóvenes marroquíes intentando colarse en los bajos de los
autocares y de los camiones para viajar a nuestro país y como eran
detectados por la policía y perseguidos por estos a lo largo de todo el
muelle.
Unas horas después estábamos desembarcando en Algeciras y de madrugada
llegábamos a nuestra casa en Guadix, cansados pero contentos y felices de
que todo marchó a las mil maravillas y de que podíamos contaros uno más
de nuestros viajes.
Hasta la próxima.