Boletín Nº 27 ( Abril de 1998)

 

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GOREÑOS: EN HOMENAJE A D. ANTONIO PÉREZ LOZANO

A UN MAESTRO


Es invierno y tras el cristal de los ventanales de la escuela, la tarde se está viendo amenazada por la llegada gélida del anochecer. Un grupo de alumnos se reparten la breve compañía de una estufa de butano que lee en sus ojos juegos en la Plaza, visitas a los cepos colocados en el luminoso mediodía en busca de presas, excursiones para explorar algún lugar todavía por descubrir... Mientras tanto un maestro se esfuerza en abrir las entrañas a la Gramática y mostrársela tal cual a un grupo de alumnos escépticos ante tan poco práctica tarea.
La emigración, incluso académica, ha llevado a algún alumno fuera de su pueblo a temprana edad; su primera salida, nuevos compañeros, recién llegado a un grupo de viejos conocidos, ambiente distante a la par que expectante ante el niño de Gor. Algún profesor formula una pregunta sobre morfemas y lexemas; silencio, miradas huidizas. Y el alumno nuevo en el grupo, en un arranque de timidez, en un intento de superar la clandestinidad se levanta y propone una solución a la pregunta planteada. En su interior experimenta una profunda satisfacción y ve recompensada la aridez de las enseñanzas recibidas, pero el éxito es compartido. A través del cristal verde de la pizarra aparece la figura eternamente delgada de su maestro; sentado en una mesa rectangular de madera vieja con rigurosa ordenación, las piernas cruzadas en espiral, fumando un ducados en pipa de boquilla negra, flanqueado por un perro fiel, que reposa sus muchos años tendido en las losas amarillas de una escuela de pueblo. Exaltado algunas veces, paciente otras y sistemático todas D. Antonio ve pasar por sus manos a una nueva generación de goreños, siempre pendiente de su evolución académica y personal, interesándose por sus vivencias e inquietudes. Gracias D. Antonio, maestro primero y amigo siempre.

Andrés García Jiménez

 

EN RECUERDO DE DON ANTONIO

Se ha muerto Don Antonio; así fue como recibí la noticia a primeros de año, con el sobrecogimiento compartido de mi interlocutor, pues aunque sabíamos que había enfermado gravemente, no esperábamos un desenlace tan rápido.
Después de haber dedicado toda su vida a su profesión de maestro, casi siempre en escuelas de nuestra tierra, se había ganado el cariño y respeto de sus alumnos que inevitablemente se ponía de manifiesto con su muerte.
Siempre tuve de él la misma imagen, desde los primeros años sesenta, cuando iba con su Derbi a las escuelas de Cenascuras o de Las Viñas hasta la última Navidad. Siempre contento, siempre guardando la compostura, tanto en el trabajo como en el ocio y no sólo como maestro, sino desde los distintos puestos de responsabilidad que ocupó en nuestro pueblo, la Alcaldía, Juez de Paz o colaborando en cualquier actividad organizada por los vecinos.
Recuerdo oír decir de Don Antonio que era un buen maestro, lo que seguramente viene a decir que enseñaba bien y que tenía una dedicación acorde con su labor. De talante apacible, solía bromear sobre lo cotidiano, aún cuando en lo tocante a la enseñanza, dejara asomar de vez en cuando un punto de genio si la aplicación no era la necesaria, que servía de acicate para no caer en la dejadez.
Quienes con el paso del tiempo traspasamos la difusa barrera que separa el maestro del amigo, siempre encontramos en él la persona interesada por el rumbo de nuestras vidas cuando de tiempo en tiempo nos volvíamos a encontrar; a algunos de nosotros nos había ayudado a continuar en el estudio más allá de la escuela, en mi caso concreto,dedicándome desinteresadamente su tiempo.
Sirvan estas palabras como adhesión al homenaje que desde las páginas de esta revista, que fue la suya, se tributa como reconocimiento y en recuerdo de Don Antonio, maestro, amigo.

Amador González

 

A Antonio, amigo y compañero.

 

Silenciosamente se apagó la voz,
de suave timbre,
que no calló, ni un instante,
en su denuncia,
ante redes tiránicas,
ante arbolillo traicionero,
esclavizadores furtivos de avecillas confiadas,
inexorablemente desvalidas.
Callaron sus trinos, ese día,
respetuosamente a tu silencio,
cortando el aire nudos de gargantas.
No tendrán ya al serio, callado, honesto defensor
que un día movió mi voluntad a su empeño.
Codo a codo rompimos, a voluntades, voluntades.
Percibo la lágrima sin humedad
en la pupila del jilguero de la ribera del río,
sin otro goreño que lo guarde,
lo defienda con tu fidelidad y cariño.
Caerá, vendido en las Ramblas,
gimiendo en un balcón entre macetas,
o de pasto a predadores, herido en el balate.
Quebrada voz de colorines, inaudible,
a tu descanso acompaño
y un sentimiento de dolor profundo
relampagueará en mi espíritu
cuando silentemente sólo en la ribera
florida del verano madrugaré,
sintiendo tu esencia, en compañía, emocionado.
Y estoy seguro que en el tiempo voluntad,
espíritu, empeño, esfuerzo, coraje,
vigilarán el río ante el frío egoísmo de insensatos,
que ven la Naturaleza como unas cuantas monedas
en las que revolcarse ufanas y engreídas.

Antonio Lucena.

 

 

EL ÚLTIMO ADIÓS

Debo confesar que no fui nunca partidario de los homenajes póstumos, entre otras razones, porque tienen como única finalidad restituir a los muertos un reconocimiento público que se les negó en vida. El homenaje póstumo es también una forma de acallar nuestra conciencia cuando la deuda al desaparecido se hace visible porque se nos escapa a chorros por las costuras del recuerdo; si tenemos en cuenta que la memoria es la herida más dolorosa en momentos de desgracia. Es, en fin, una más de las hipocresías de los que vivimos cuando nos falta humildad y generosidad para reconocer en nuestros semejantes unos valores que nosotros no tenemos.
No obstante, aunque sólo sea título individual, y cuando su muerte no me deja otra alternativa, privándome para siempre de un fiel y sincero amigo, como era Maico, aún reconociendo que no le escatime en vida mis alabanzas ensalzando sus virtudes morales, como no podía ser de otra manera, rompo una lanza en su memoria y vuelvo a hacer público lo que ya es notorio, resaltando, a mi juicio, escuetamente, las grandes cualidades que conformaban su personalidad, visto siempre desde el ángulo de la amistad sincera, sin otros condicionantes interesados o bastardos que puedan torcer mi ánimo en favor o en contra de lo que es la auténtica verdad.
Como todos sabemos, Maico no era un hombre brillante; era uno de esos hombres que invitan a ser tratados y conocidos de cerca; porque su personalidad, visto a distancia, no trascendía. Tampoco se esforzaba en aparentar lo contrario llevado por la vanidad; su elección fue siempre la de pasar de puntillas por la vida y en silencio para no ser observado, porque su modestia y su prudencia lo reducían a veces a lo invisible, que cuando se sentía auténtico y sin artificios, derramando entonces la riqueza humana que llevaba dentro, la cual se percibía al primer encuentro con él.
Desde luego que, como todo ser humano, durante su larga vida, pudo cometer errores, pero estoy seguro que nunca cometió maldades; porque Maico era, ante todo, una buena persona. ¡Hasta siempre amigo! Y si Dios me permite volver a Gor, es seguro que, como me ocurre con otros buenos amigos ya desaparecidos, me costará hacerme a la idea de no poder volver a verte por sus calles, ni Gor será tampoco igual para mi sin tu gratificante presencia.

Mislata, 17 de febrero de 1998
Cayetano Bretones

 

 

 

 

 

VILLANCICOS GOREÑOS EN CALDES DE MONTBUI

"Molt bon dia a tothom, buenos días a todos.
Desde el día 13 de Diciembre , día en que se velaba a Santa Lucía, hasta el día de Nochebuena, las misas diarias se celebraban muy temprano, casi de noche. Allí se creaba el ambiente prenavideño. A las 7 de la mañana la iglesia de Gor era una fiesta. Eran las misas de "aguilandos", unas misas llenas de música, donde las guitarras, bandurrias, laúdes, panderetas y zambombas resonaban de principio a fin.
Se cantaban estos villancicos tan hermosos, que siempre hemos considerado como propios, de nuestro pueblo, aunque no existe aún una investigación profunda que nos permita asegurarlo. Lo que sí podemos asegurar es que, como diría alguien bastante más mayor que yo, se han cantado toda la vida, y por eso los llevamos en la memoria y en el corazón.
Hoy coincidiendo con estos actos, que los calderinos celebraremos cada segundo domingo de mes en honor de Nostra Senyora del Remei, nos llena de satisfacción que pensaran en los Villancicos de Gor. Nos gustaría que compartieran nuestra mejor voluntad de llegar a todos ustedes. No tenemos guitarras y bandurrias, pero sí tenemos a un buen organista, el señor Ramón Pieras, al que, al igual que a todos los cantaires, la Asociación Cultural Amigos de Gor les está profundamente agradecida por su magnífica colaboración con nuestros villancicos. Posiblemente sin su ayuda no se hubieran podido empezar a conocer.

Los títulos de los villancicos son los siguientes:

1. Dando en el reloj las doce.
2. Pastores a Belén.
3. Los ángeles por los aires.
4. Cuando el santo sacerdote.
5. No llores, Niño mío.
6. Las flores.
7. Pastorcitos.
8. Ha nacido el Niño Dios.
9. Vamos pastores, vamos.

Esperamos que sean de su agrado, moltes mercés."

Esta fue la presentación en la Ermita de Nuestra Señora del Remei, el domingo día 14 de Diciembre de 1997, de nuestro primer concierto de Villancicos de Gor, el cual tuvimos el gusto de compartir con una joven calderina, Roser de Castro, que intercaladas con los villancicos fue recitando poesías en catalán con un gusto exquisito y una voz preciosa. La ermita estaba completamente llena de calderinos que nos aplaudieron con verdadera simpatía.
Hicieron acto de presencia nuestro Alcalde, señor Josep María Bonora, y señora; la Concejala de Cultura, señora Vicenta Pallarés y también, como no, algunos paisanos nuestros, como Antonio Gámez y su familia, Graciliano Ramírez y su esposa, Guillermo e Isabel, etc, etc.
Fue un concierto precioso, por el que recibimos muchas felicitaciones; los villancicos de Gor tienen ese encanto de llegar a otras culturas y además, caer bien.
Volvimos a cantarlos el domingo día 21 de Diciembre en la Parroquia de Santa María, durante la Santa Misa de las 11,30; en la residencia de Santa Susana, el día 3 de Enero y en el Esplai el día 10 (también de enero), o sea que cantados quedan.
Un cordial saludo para todas las personas que con su colaboración han hecho posible que estos actos culturales se lleven a cabo.

Antonia Mª Jiménez