Boletín Nº 19 (Agosto de 1995)

Sumario.- Plaza mayor - Editorial - La directiva informa - Buenos días Gor - Información municipal - Delegaciones - Entrevista - Gor en el recuerdo - Temas de interés - Cultura e investigación: Las medidas y los hombres (y II) - Gor histórico: La iglesia de Gor en el siglo XIX. El convenio de 1859 (VI) - Oficios para el recuerdo: las recoveras y los recoveros - Personajes carismáticos - Colaboraciones: Semblanza a Luisito - Los toros - Humor y pasatiempos. 

 

 

 

 

 

 

 

LAS RECOVERAS Y LOS RECOVEROS

Muy probablemente, los actuales consumidores de «huevos estuchados», pulcramente conservados en frigorífico, tendrán que hacer un esfuerzo para imaginar los tiempos, no demasiado lejanos, en que además de ser el huevo un alimento de primer orden constituía una valiosa «moneda de curso legal» con la que se podía adquirir al contado o en cómodos plazos, desde un paquete de agujas a una pieza de tela o un sustancioso «papel de romances» que los romanceros vendían por las calles, relatando sucesos espeluznantes para alimento de las más variadas conversaciones...
El valor aproximado de un huevo era, en los años 30, el equivalente a un celemín de «salvao», según el testimonio de Felisa Andújar, que es quien nos relata con todo lujo de detalles cómo era el oficio de los recoveros y recoveras en el Gor de la postguerra.
Tampoco nos es fácil a los consumidores de hoy imaginar un oficio que en gran mayoría ha sido ejercido por mujeres que hacían de la «recova» su medio de subsistencia familiar.
Andando a veces, otras veces en burro, recorrían el pueblo y los cortijos, recogiendo los huevos, cargaban su cesta de dos tapaderas y los llevaban a Baza, a Guadix, a Albox e incluso a Granada capital donde la «Posá de las Tablas» servía de descanso nocturno a las recoveras y recoveros. A la vuelta traían mercancías como cazuelas de barro, tela de pana, tela de camisas, agujas, y otras que ofrecían a cambio de los huevos. En esta especie de trueque obtenían algún beneficio económico, con lo cual sacaban adelante a su familia. Se trataba, en muchos casos de mujeres viudas, madres de familia numerosa y sin otra ayuda económica que su propio trabajo.
No debía resultar cómodo el oficio que nos ocupa si tenemos en cuenta las condiciones en que se desarrollaba: condiciones climáticas duras, largas distancias que recorrer en bestia o andando cargadas de mercancía y con la inseguridad de que el mercado no siempre era favorable.
La época de la postguerra, goreños y goreñas, casi todos ya desaparecidos, fueron dejando parte de su vida en un ir y venir a la capital y a los pueblos próximos sin poder imaginar que sería posible llegar de Gor a Guadix en 15 minutos o a Granada en menos de una hora.
Gracias a Felisa, recordamos en nuestra revista nombres como: El tío José María, María la de «Manzano», María «la Piñera», Dolores «la Inés», Mari «la Guzmana», Mercedes «la Catorra», Margarita «la Cuevera», Manuel «Chavarrete», por citar algunos de los muchos que se dedicaron a esta actividad.
Para todos ellos nuestro reconocimiento. Su oficio merece el recuerdo de las nuevas generaciones.

Mª Carmen García Jiménez

 

 

 

 

SEMBLANZA A LUISITO

Jorge Manrique en las «Coplas a la muerte de su padre» compara la vida con el río que va a parar al mar, que es el morir. Están dedicadas a ensalzar, en parte, la figura de su padre y, en parte, a mostrarnos de un modo insuperable lo breve de nuestra vida y lo huidizo de los bienes temporales; por lo cual debemos esforzarnos en tener buenas acciones.
Esta idea, por merecida, me ha llevado a hacer una semblanza de Luis Hernández Vidal a quien cariñosamente llamábamos «Luisito», por sus grandes virtudes: generosidad, servicial, desinteresado y apasionado por encontrar soluciones a los problemas socio-económicos de Gor.
Residiendo en Madrid, realizó bastantes cursillos en los Sindicatos, en donde tenía cierta influencia. Por aquel entonces, estaban en auge las cooperativas agrícolas en Israel, que tan buen resultado le ocasionaron. España quiso imitarla tomando el mismo modelo.
Consciente del declive y penuria que atravesábamos, escribía con insistencia a su Manolo con el fin de encontrar personas interesadas y competentes dispuestas a poner en práctica los conocimientos adquiridos en bien de una cooperativa o concentración parcelaria. Confirmada la asistencia, preparaba toda la documentación sin tener nosotros que preocuparnos de nada.
Tan complaciente y tanta humanidad poseía, que nos recibía con sumo agrado siendo consejero, guía incansable y gratuito para orientarnos en todo cuanto fuera necesario dentro de los Sindicatos.
Poseía especial psicología para discernir lo que a cada uno le gustaría conocer. No preguntaba sobre lo que querías ver, sino que te insinuaba: - Vamos a ir a tal o cual sitio, verás como terminas satisfecho; así era. Tenía mucho empeño en mostrarnos todo cuanto podía en tan poco espacio de tiempo; así es que salíamos molidos. Visitamos monumentos, museos, parques, barrios típicos y alguna que otra tasca. Todo esto costaba dinero, siendo su bolsillo el más perjudicado, pues intentábamos sacar los billetes del Metro y no lo permitía echándonos mano al bolsillo, diciéndonos que tenía para un mes.
Cambió de residencia a Granada y continuó con la misma actitud. Disfrutaba con acercarse a la parada de los taxis de Gor esperando la llegada de algún amigo con quien charlar de los asuntos motivos del viaje. Sobre todo con enfermos y familiares que no conocían el centro donde debían dirigirse. Si se trataba de compras, esperaba el cierre de los establecimientos para tomarse unas cervezas. Algo retraído con quienes no tenía roce, pero en compañía de sus más íntimos se mostraba terco, siendo su palabra la definitiva en elegir los bares. Al final terminábamos invitados a comer en su casa. Como a buen sibarita y cocinero se le aceptaba a sabiendas que lo hacía con interés. Mostraba los alimentos y bebidas situados en la despensa y frigorífico para que eligiéramos lo preferido.
Con frecuencia viajaba a Ceuta, de don traía relojes, aparatos ópticos de buena calidad, quesos, mantequilla y tabaco excelente. Todo nos lo enseñaba; si algo te interesaba, con poca presión te lo vendía a sabiendas que lo comprabas a precio de coste porque no era lucrativo, pues comparándolos con los de la Península había diferencia en los precios. Cuando venía a Gor, todos disfrutábamos del tabaco que traía.
La Geografía e Historia fueron sus disciplinas preferidas; como poseía buena memoria se documentó en ellas. Se interesó mucho por el estudio de Las Alpujarras y El Marquesado; conocía la situación geográfica, los problemas socio-económicos y movimientos demográficos de cada uno de los pueblos. Cuando hablábamos con él sobre estos temas, había que rendirse.
Al fundarse el Club Amigos de Gor como asociación cultural, no dudó en afiliarse para investigar nuestros orígenes y acontecimientos históricos para su publicación. Recopiló datos del Archivo de Simancas, de Valladolid y Granada poniéndose en contacto con personas autorizadas.
Por estos estudios, sabemos que sobre el 1500 estaban construídos el Palacio y la Iglesia. Gor estaba cercado de tapias con una puerta de entrada y salida, la Puerta de la Villa. Fuera de ella, la Fuente con dos caños y un pilar bajo la sombra de dos álamos. En aquella época ya existía la acequia de la Plaza. Había ciento cincuenta casas de moriscos y seis de cristianos viejos
A lo largo del único paseo existente en las Escuelas del Ave-María que empieza en la entrada y termina en la capilla, Don Andrés Manjón escribió profundos pensamientos. En uno de ellos se leía: «Matemáticas de Dios, el que más da, más tiene. La generosidad, el darse a los demás es la mayor virtud».
A Luis le sobraba; por eso, cuando lo recordamos, exaltamos sus condiciones.

Antonio Pérez Lozano