Jorge Manrique en las «Coplas a la muerte de su padre»
compara la vida con el río que va a parar al mar, que es el morir. Están
dedicadas a ensalzar, en parte, la figura de su padre y, en parte, a mostrarnos
de un modo insuperable lo breve de nuestra vida y lo huidizo de los bienes
temporales; por lo cual debemos esforzarnos en tener buenas acciones.
Esta idea, por merecida, me ha llevado a hacer una semblanza
de Luis Hernández Vidal a quien cariñosamente llamábamos «Luisito», por sus
grandes virtudes: generosidad, servicial, desinteresado y apasionado por
encontrar soluciones a los problemas socio-económicos de Gor.
Residiendo en Madrid, realizó bastantes cursillos en los
Sindicatos, en donde tenía cierta influencia. Por aquel entonces, estaban en
auge las cooperativas agrícolas en Israel, que tan buen resultado le
ocasionaron. España quiso imitarla tomando el mismo modelo.
Consciente del declive y penuria que atravesábamos,
escribía con insistencia a su Manolo con el fin de encontrar personas
interesadas y competentes dispuestas a poner en práctica los conocimientos
adquiridos en bien de una cooperativa o concentración parcelaria. Confirmada la
asistencia, preparaba toda la documentación sin tener nosotros que preocuparnos
de nada.
Tan complaciente y tanta humanidad poseía, que nos recibía
con sumo agrado siendo consejero, guía incansable y gratuito para orientarnos
en todo cuanto fuera necesario dentro de los Sindicatos.
Poseía especial psicología para discernir lo que a cada uno
le gustaría conocer. No preguntaba sobre lo que querías ver, sino que te
insinuaba: - Vamos a ir a tal o cual sitio, verás como terminas satisfecho;
así era. Tenía mucho empeño en mostrarnos todo cuanto podía en tan poco
espacio de tiempo; así es que salíamos molidos. Visitamos monumentos, museos,
parques, barrios típicos y alguna que otra tasca. Todo esto costaba dinero,
siendo su bolsillo el más perjudicado, pues intentábamos sacar los billetes
del Metro y no lo permitía echándonos mano al bolsillo, diciéndonos que
tenía para un mes.
Cambió de residencia a Granada y continuó con la misma
actitud. Disfrutaba con acercarse a la parada de los taxis de Gor esperando la
llegada de algún amigo con quien charlar de los asuntos motivos del viaje.
Sobre todo con enfermos y familiares que no conocían el centro donde debían
dirigirse. Si se trataba de compras, esperaba el cierre de los establecimientos
para tomarse unas cervezas. Algo retraído con quienes no tenía roce, pero en
compañía de sus más íntimos se mostraba terco, siendo su palabra la
definitiva en elegir los bares. Al final terminábamos invitados a comer en su
casa. Como a buen sibarita y cocinero se le aceptaba a sabiendas que lo hacía
con interés. Mostraba los alimentos y bebidas situados en la despensa y
frigorífico para que eligiéramos lo preferido.
Con frecuencia viajaba a Ceuta, de don traía relojes,
aparatos ópticos de buena calidad, quesos, mantequilla y tabaco excelente. Todo
nos lo enseñaba; si algo te interesaba, con poca presión te lo vendía a
sabiendas que lo comprabas a precio de coste porque no era lucrativo, pues
comparándolos con los de la Península había diferencia en los precios. Cuando
venía a Gor, todos disfrutábamos del tabaco que traía.
La Geografía e Historia fueron sus disciplinas preferidas;
como poseía buena memoria se documentó en ellas. Se interesó mucho por el
estudio de Las Alpujarras y El Marquesado; conocía la situación geográfica,
los problemas socio-económicos y movimientos demográficos de cada uno de los
pueblos. Cuando hablábamos con él sobre estos temas, había que rendirse.
Al fundarse el Club Amigos de Gor como asociación cultural,
no dudó en afiliarse para investigar nuestros orígenes y acontecimientos
históricos para su publicación. Recopiló datos del Archivo de Simancas, de
Valladolid y Granada poniéndose en contacto con personas autorizadas.
Por estos estudios, sabemos que sobre el 1500 estaban
construídos el Palacio y la Iglesia. Gor estaba cercado de tapias con una
puerta de entrada y salida, la Puerta de la Villa. Fuera de ella, la Fuente con
dos caños y un pilar bajo la sombra de dos álamos. En aquella época ya
existía la acequia de la Plaza. Había ciento cincuenta casas de moriscos y
seis de cristianos viejos
A lo largo del único paseo existente en las Escuelas del
Ave-María que empieza en la entrada y termina en la capilla, Don Andrés
Manjón escribió profundos pensamientos. En uno de ellos se leía:
«Matemáticas de Dios, el que más da, más tiene. La generosidad, el darse a
los demás es la mayor virtud».
A Luis le sobraba; por eso, cuando lo recordamos, exaltamos
sus condiciones.