Bajo este epígrafe queremos
recoger, en los próximos números, una información lo más completa posible de
todos aquellos oficios y trabajos hoy desaparecidos o casi desaparecidos
(abarqueros, aceiteros, talabarteros, maestros ambulantes, semaneros, muleros,
carreros, etc...) y que han constituido una aportación humana, económica,
social y cultural importante para nuestro pueblo.
La evolución experimentada en España en los últimos 30
años, en el terreno laboral, ha sido tal que, como todos constatamos, nuestro
pueblo hoy no tiene casi ningún parecido con lo que conocíamos en nuestra
infancia los que andamos por los 40... Pero si es cierto que el pasado
condiciona el presente y prepara el futuro, no estaría de más recordar lo que
ha sido el trabajo desarrollado por tantos goreños y goreñas que fueron
dejando en él su vida sin obtener a cambio, en muchas ocasiones, una justa
recompensa a su esfuerzo. Para todos ellos nuestro reconocimiento.
Y... por empezar de alguna manera
esta sección, se me ocurre hacerlo con un oficio que quizá recuerde poca
gente: Se trata de los ABARQUEROS o fabricantes de abarcas, calzado rudimentario
que se utilizaba para el trabajo en el campo y cuyas condiciones de comodidad no
eran precisamente las más idóneas.
Los pocos conocimientos que puedo aportar sobre este oficio
los he obtenido a través de mi padre, quien, echando mano de su memoria, me ha
facilitado la siguiente información que transcribo literalmente:
«De mis tiempos de adolescente, recuerdo con nostalgia
algo que me parece un sueño: Allá por los años treinta, existía en la
«Cañada de la Cueva» una fábrica de calzado cuyo dueño era mi tío Andrés.
Empezó este trabajo al encontrarse una rueda de automóvil en la carretera, con
la cual hizo una «albarca». Empezó, como digo, haciendo abarcas que, como
recordamos se trataba de un calzado hecho todo de goma, del cual recuerdo el
proceso de elaboración:
Había una máquina troqueladora, así se llamaba, y era una
plancha de hierro en su base y otra plancha que subía mediante un engranaje,
dándole vueltas; cuando estaba arriba del todo, el trabajador le daba con
fuerza y caía sobre unos moldes de hierro que cortaban las suelas. Por cierto
que el trabajador que manejaba esta máquina se llamaba Antonio Peña, de apodo
«el Guardilla». Otro se encargaba de cortar las caras, también de goma, con
unos moldes destinados para ello y, por último, unos tres o cuatro se
encargaban de unir las caras a las suelas mediante lañas de alambre.
Esta empresa incipiente, que llegó a tener una plantilla de
12 ó 15 trabajadores y otros tantos indirectos, hacía también zapatos y
alpargatas de artesanía aunque el «plato fuerte» eran las abarcas.
En cuanto a la comercialización, las abarcas tuvieron
épocas de gran demanda llegándoles a faltar producción, pues además de la
venta que se hacía directamente al público que se desplazaba desde el pueblo y
los anejos, llevaban diariamente pedidos a la estación de Gorafe con tres
caballerías.
A través de la RENFE suministraban a toda la zona del
Marquesado y Montes Orientales así como al Levante Almeriense.
El precio de un par de abarcas en el 1932 era de 3 ptas.
Muchos clientes se llevaban también la mercancía a cambio de una «obrá» de
labor con yunta que valía el mismo dinero. Otros, a cambio de dos jornales que
suponían el mismo valor.
La materia prima (gomas fundamentalmente) la recibían de
fábricas de Barcelona que, de reporte con las caballerías, recogían en la
Estación de Gorafe.
Hacia el año 1934, trasladaron el negocio a Baza,
concretamente en la calle Caños Dorados, donde aún tomó mayor fuerza pero,
desgraciadamente al estallar la guerra civil del 36, empezó a decaer hasta que
en la década de los 50 cerró sus puertas. Posteriormente, un empleado, José
Escudero Burgos «Perejil» continuó en Baza siendo abarquero y abasteciendo la
comarca de este producto que poco a poco el progreso hizo desaparecer del
mercado»