Boletín Nº 50 (Diciembre 2005)

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PREGÓN DE LAS FIESTAS DE GOR DEL AÑO 2005

(por Cayetano Bretones Hernández)

 

Señor alcalde.

Señoras y señores concejales.

Señora juez de paz. 

Guapísima reina y damas de honor de las fiestas de San Cayetano.

Residentes y visitantes, amigas y amigos, bienvenidos todos. 

 

En primer lugar, es mi deber, como bien nacido, dar las gracias a nuestro alcalde (amigo Paco) y a la corporación municipal, por confiar en mí la responsabilidad como pregonero de las fiestas de San Cayetano del año 2005, fecha que quedará grabada en los archivos de mi memoria para el resto de mi vida,  Sinceramente, aparte de producirme una gran satisfacción,  es un honor que creo no merecer.

Permitidme que os diga que me siento muy emocionado, lo cual no es extraño en mí, pues todos sabéis muy bien que yo no soy hombre de discursos. Pero hoy estoy doblemente emocionado por una razón especial. Y es que, desde aquí, desde éste balcón que os observo a todos juntos, veo en cada uno de vosotros una página de la historia de Gor. Una historia, a veces turbulenta, a veces cordial, como suele ocurrir en todos los pueblos, pero siempre ha prevalecido en todos los goreños un sentimiento común, y no es otro que el amor a nuestro pueblo.  

También es una necesidad para mí traer al presente el recuerdo de muchos paisanos y paisanas, familiares y amigos ya fallecidos, enfermos, y todos aquellos que, por imperativo de sus obligaciones, no pueden estar hoy aquí celebrando con nosotros el día de nuestro santo patrón San Cayetano. Para todas ellas y ellos, mi recuerdo y mi respeto, en la certeza de que están presentes en espíritu entre nosotros.

Y porque esa era mi intención, también rindo homenaje a todas las madres de Gor. Y digo a todas porque, de una u otra manera, ellas han sido siempre las grandes sacrificadas, el "Cordero Pascual" en aras de sus hijos, de sus maridos, de sus padres, de sus hermanos. Ellas han sido la generosidad personificada, inspirada en la vehemencia del cariño, del amor, del afecto, de la resignación, y también de la esperanza sin esperanza. Nadie como ellas sabe de renuncias, de entrega y sacrificio. Por eso hago de estos renglones mi oportunidad para expresar mi reconocimiento más sincero a estas mujeres ejemplares, cuya riqueza y contenido humano de sus vidas superan en méritos, no pocas veces, los de cualquier reina o heroína que han quedado como ejemplo para la posteridad.

El hecho de poder decir desde esta atalaya lo que siente mi corazón, no quisiera emplearlo en modo alguno para lucimiento personal, sino como una confesión sincera y razonada, fundado en el deseo de manifestar mi orgullo por haber nacido en este precioso pueblo, casi invisible en la geografía española.

Sí, queridas paisanas y paisanos, éste pequeño y olvidado pueblo de abolengo castellano y sentimiento andaluz, llamado GOR, éste pequeño paraíso, constituye para mí todo un universo, como creo que es para todos los goreños; porque aquí se fraguaron los primeros soportes que habrían de sustentar la pirámide de mi vida.

Por eso, cuando yo salí de Gor, fueron muchas las lágrimas que abrasaron mis mejillas, convencido de que mis raíces no encontrarían la tierra idónea para fructificar. Desde luego que Valencia fue muy generosa conmigo y me abrió los brazos como a uno más de sus hijos, pero, como digo en un uno de mis sonetos, todavía me siento como un árbol trasplantado que se niega a florecer en toda su intensidad.

También me llevé conmigo la pesadumbre y la angustia de ver en Gor todos los síntomas de un pueblo agonizante. El abandono y la decepción –pensé-  pronto se cebarán en sus calles y lo convertirá en ruinas. Pero cuál no es mi sorpresa cuando  regreso y me encuentro un pueblo totalmente desconocido, en el que la mejora de infraestructuras, crecimiento urbano y otros servicios, merece mis mejores alabanzas.

 

Pero hay un logro que me llama poderosamente la atención, como es la residencia geriátrica, que yo muestro con orgullo a cuantos amigos y conocidos tengo en Valencia, que ya son muchos.

Tal vez porque ya soy mayor, que no viejo, veo en éste proyecto el gesto más valiente y generoso de nuestro Ayuntamiento; porque en Mislata (Valencia), la ciudad donde yo resido, con más de cincuenta mil habitantes, sólo tiene un centro provisional de día para 50 residentes.

Lástima que, en el aspecto económico, la administración pública, la Junta de Andalucía o a quien corresponda, no echen una mano y contribuyan con su ayuda para que las rentas más bajas pudieran costear la estancia de paisanos jubilados en dicha residencia.

Y porque es de justicia, hay que decir que la labor de la Asociación Cultural Amigos de Gor, desde su creación (hoy dirigida por nuestra estimada paisana Mari Carmen García), también ha contribuido a la conservación y engrandecimiento de nuestro pueblo,  ya que ha sido, y sigue siendo, la encargada de despertarnos a los goreños ausentes con un pellizco amoroso en cada una de las revistas que recibimos. A todos, mi enhorabuena y mi agradecimiento

Es cierto que el mestizaje y cultura de las nuevas generaciones introducen en las  calles de Gor un ambiente nuevo, moderno, hasta el punto de que no conoces a la mayoría de la gente, pero la presencia de la juventud en las calles de Gor, además de ser  un signo de prosperidad, es también un soplo de aire fresco que transmite optimismo y alegría, al mismo tiempo que este hecho aporta elementos positivos a la convivencia, pues como ya nos viene demostrando la historia, cuando no hay tintes racistas y xenófobos, en la diversidad de lenguas y culturas está la riqueza de los pueblos

Por otro lado, la vida me ha enseñado lo que los libros y los cerebros más brillantes no han sido capaces de inculcar a los hombres. Y es que, como una planta cualquiera, debemos cultivar y regar a diario la paz y las relaciones humanas: el diálogo en libertad, racional y equilibrado, es la mejor arma para la prosperidad y la convivencia. Me resisto a entender, sin embargo que, en el siglo XXI, cada 8 segundos muera un niño en el mundo de hambre o inanición. Es un deber de cristianos, un deber de todos, defender pacíficamente el derecho que tiene todo ser humano de vivir con dignidad.

También es un deber de todos velar por la conservación y mejora de nuestra fauna animal y vegetal, especialmente por nuestros hermosos montes, así como por la limpieza del aire que respiramos No podemos seguir desoyendo la voz de los expertos cuando nos dicen, casi encarecidamente que, de seguir así, no tardarán en aparecer nuevas enfermedades,  epidemias y desastres naturales, lo que hará que la vida sea cada día más complicada y más dolorosa para todos.

Aunque yo no tengo las claves de una solución, ni creo que sea nada fácil, también manifiesto mi preocupación cuando veo los campos yermos convertidos en matorrales, como si hubieran entrado ya en fase de desertización. Y lo que es peor, sin perspectivas de futuro, salvo que la construcción de la presa trajera consigo a nuevos residentes, lo que representaría el espaldarazo definitivo para que Gor resurgiera con una economía floreciente..

Como ya han dicho otros paisanos antes que yo, el problema que nos encontramos los que no tenemos casa en Gor para pasar aquí unos días es complejo y de difícil solución, salvo que tengamos familia que nos acoja generosamente, como es mi caso. Por eso sería bueno que, bien por iniciativa privada, mixta o pública, se promoviera la construcción de pequeños apartamentos o habitaciones individuales para alquiler temporal, aunque fuera con servicios comunes, lo que vendría a satisfacer la demanda de muchos goreños.

Los que vivimos en la ciudad sentimos cada día la necesidad de huir de ella, aunque sólo sea temporalmente; porque  se suele decir con frecuencia, y es cierto que, desde la instauración de la democracia en España, el estado de bienestar ha alcanzado las cotas más altas que se alcanzaron nunca. Sin embargo, pese a que podemos hablar cada día con más personas, o estamos más relacionados virtualmente a través de los medios de comunicación más modernos y avanzados, en lo que se refiere al contacto físico y humano, especialmente en la capital, las personas vivimos cada día más aisladas. Todo eso nos está llevando a la indolencia ante la desgracia ajena. La frialdad del hormigón y el asfalto se está introduciendo paulatinamente en el corazón de la gente. También se observa una tendencia creciente hacia la adoración del “becerro de oro”, en perjuicio de otros valores que, por obsoletos, no tendrían por qué dejar de tener vigencia, pues como es sabido, ni todo lo moderno es bueno, ni todo lo antiguo es desechable.

Es por eso que los pueblos están llamados a recuperar el espacio y protagonismo  que siempre han tenido en la sociedad, por lo que los ayuntamientos y los gobiernos de turno se deberían interesar en dotarlos de los servicios imprescindibles para satisfacer la demanda de todos aquellos que amamos la naturaleza y buscamos un remanso de paz y sosiego, mientras esperamos la hora de sacar el pañuelo y despedirnos de este mundo para no volver jamás. 

Si, amigas y amigos, queridos paisanos, cuando llegamos a cierta edad y echamos una ojeada a nuestro diario, aunque sólo sea mentalmente, siempre observamos que algo ha quedo inconcluso, o alguna de nuestras aspiraciones ha pasado al reino de la nostalgia. Por eso veo cada día con más claridad que he dejado ya a larga distancia en el camino dos deseos, que nunca podrán ser cumplidos. El primero consiste en no haber podido vivir rodeado de éstas montañas y recibir cada mañana la caricia de su perfumada brisa. El hecho de verme privado de ese privilegio me ha condenado a ver cada día más empinada la cuesta de mi vida. Y el segundo deseo incumplido, y no por eso menos importante, no haberme casado con una goreña, que hubiera venido a llenar el vacío que aún está por llenar en mi corazón.

Goreñas y goreños, visitantes, amigos todos, son cuatro días de fiesta los que nos esperan. Dejemos a un lado los problemas, si es posible, y entreguémonos a la diversión, después de un año de trabajo y espera. Disfrutemos en paz de un merecido descanso, empezando por el beso a la bandera de San Cayetano, símbolo inequívoco de nuestro pueblo, y que tanto añoramos cuando estamos lejos y no sentimos su caricia sobre nuestra cabeza. 

Que San Cayetano vele por nuestra salud y por nuestros destinos, para que a otro año nos podamos reunir otra vez aquí.

¡Viva San Cayetano!

¡Viva Gor!