Si dejamos la autopista que procedente del levante
español cruza la provincia de Granada, y tomamos la carretera vecinal que
hacia la mitad de la distancia que media entre Guadix y Baza se adentra en
la Sierra, pronto, tras coronar un promontorio, en la falda de un cerro,
escalonado, vemos que aparece el blanco caserío del pueblo de Gor. Y ya,
dejándose llevar, se desciende por las vueltas y revueltas que se ciñen
al monte para llegar al puente que salva un pequeño río que lleva su
nombre y pasar a entrar en el laberinto de sus pinas y estrechas calles
hasta ir a dar a la plaza Mayor, vecina de los restos del castillo que en
su día fue desguazado por los oportunos desaprensivos para vender por
treinta monedas también su artesonado y su rejería de hierro con más de
uno y de dos adornos renacentistas, y en medio de los cuales hoy se
levanta una pintoresca y primorosa plaza de toros.
En la plaza Mayor, de forma
rectangular, sobresalen las edificaciones del Ayuntamiento y de la iglesia
parroquial de trazas barrocas bien propias del siglo XVII, y que en su
interior conserva restos de pinturas al temple en sus muros.
Pero hoy, 6 de agosto del 2002,
vísperas de la festividad de San Cayetano, su santo patrono, es día de
fiesta y, cuando llegamos, a la sombra de los árboles adornados con
cadenetas y guirnaldas de papelillos de colores, y entre las casetas y
tinglados de feria que se han dispuesto durante las primeras horas de la
mañana, encontramos que se ha ido reuniendo un buen número de sus
vecinos que esperan que den las acompasadas doce campanadas del mediodía
en el reloj de la torre, y con ellas se vendrá a marcar el momento en que
un año más se inician las fiestas de tan antigua villa.
Y poco después una voz viene a
reclamar atención, y comienzan a aparecer las autoridades con el alcalde
al frente para ir acomodándose en el corrido balcón consistorial que
para la ocasión luce las banderas del municipio, de Andalucía y de
España. Y así se va cumpliendo el ritual de imposición de bandas a las
muchachas que han sido elegidas reina y damas y que han de presidir las
fiestas, y, tras mediar alguna broma oportuna y dar el parabién a los que
no están conformes con ésto de tanta reina pues, por lo que
parece, en varias ocasiones no se han ocultado para mostrarse partidarios
de que las cosas se hagan conforme se hicieron en tiempos pasados, cuando
se elegían seis manolas que eran iguales en su presencia y competencia, y
con ello se evitaba, se quiera reconocer o no, tanta competencia y
empujones por ir a la cabeza de ellas.
Y una vez dicho lo que había que
decir sobre este punto, se pasa a dar lectura del pregón escrito por un
goreño de pro que, como es justo y obligado, ensalza las mil excelencias
que tiene el noble pueblo, y da las gracias a los santos patronos, San
Cayetano y San Blas que hoy, como en tiempos pasados, han continuado
atentos con sus auxilios a las muchas necesidades que tienen, para
remaratar con varios vivas en medio de los aplausos que fundirse con los
sones del himno nacional interpretado por la banda de música, mientras
que los más avisados se andan ya con prisas por ir a situarse
convenientemente ante la puerta de la iglesia donde, a la una en punto,
habrá de hacer su presencia el mayordomo elegido que lo hará portando la
milagrosa bandera de San Cayetano, de damasco rojo que en uno de sus lados
lleva bordado su imagen y se remata con una pica que soporta los adornos
de numerosas cintas y banderolas que le cuelgan.
Tras hacerse un corto silencio
expectante, la bandera, siempre llevada con cuidado por el mayordomo, pasa
a situarse en el centro del círculo que han formado los goreños sin
distinción de edad y que poco a poco van arrodillándose sin apartar la
vista de ella. Y una vez oído el silbido de un cohete que va a perderse
en la altura para aparecer con una detonación seca que levanta una
nubecilla de humo blanco, la bandera, lentamente, es inclinada sobre los
concurrentes para ser pasada acariciando sus cabezas y brazos que buscan
con afán para quedar bajo su amparo mientras se multiplican los besos en
el paño junto a pequeños pellizcos dados con los dedos que a
continuación pasan a signar la cruz sobre el rostro y el pecho, y así se
continúa para que se cumpla repetidas veces el trazo del amplio círculo
y el mayordomo la alce y comience a tremolarla con gran vuelo sobre las
cabezas. Y todo se detiene cuando una fuerte voz da un «Viva San
Cayetano», con lo que la bandera pasa a quedar en descanso.
Y seguidamente se inicia la
procesión de la Bandera de San Cayetano que pasa a cumplirse por el
itinerario marcado por la tradición que discurre por las calles de Gor y
que en su mayor parte viene a coincidir con lo que fue el antiguo trazado
de la muralla que un día lo cerró, y de la que solamente queda algún
resto junto al castillo.
La primera de las siete paradas o
estaciones que comprende el itinerario se hace en el centro de la
plaza, y en ella, como lo será en las siguientes, una vez más se pasa y
flamea la bandera sobre un buen número de goreños que se han arrodillado
en su entorno para, a continuación, adentrarse por las estrechas calles
de la parte vieja del pueblo, mientras que desde muchos balcones y
ventanas de las casas por donde va pasando la bandera es reclamada para
que se la acerque y se pueda añadir a su pica una nueva cinta. Y así se
va completando el recorrido hasta que se vuelve a la puerta de la iglesia
a cuya puerta se ondea por última vez.
- oOo -
Las fiestas patronales de Gor,
aparte de los actos de carácter religioso, como son las funciones
religiosas de novenas, procesión de la imagen del santo por el itinerario
seguido en gran parte por su bandera... y otros de carácter lúdico como
fuegos artificiales, verbenas, recepciones en el Ayuntamiento, concierto
de banda de música... destacan también por los encierros de novillos que
se corren por sus calles hasta la plaza de toros donde serán toreados y
muertos a estoque por afamados novilleros del momento, con lo que se viene
a cumplir, como es usual, con el voto hecho hace siglos a San Cayetano, su
santo patrón. Los novillos, en días anteriores, son traídos desde la
dehesa por los montes de la sierra hasta las afueras del pueblo de donde
pasan a sus calles que se encuentran debidamente acondicionadas con
talanqueras que los embocan a la plaza de toros.
Pero, con ser importante el hecho
de correr los toros, me dice mi amigo de Gor Andrés García, lo que en
verdad es el acontecimiento que reviste mayor consideración en las
fiestas, es la procesión de La Bandera de San Cayetano, cuyo origen, como
el de correr los toros, así mismo, viene sucediéndose año tras años
desde una fecha primera que es inmemorial pues ya los padres de los
que son ahora abuelos nunca pudieron decir el momento en que se hizo por
primera vez, aunque, me apuntan, según recoge una tradición que es
leyenda, éste parece que fue debido a la acción de gracias de los
habitantes de Gor a San Cayetano por la intercesión y socorro prestados
una noche de los tiempos de siega y trilla cuando se levantó un gran
fuego en las eras del pueblo, y que, para apagarlo, como último recurso,
se acudió a la parroquia de donde se tomó la capa con que se cubría su
imagen para echarla sobre las llamaradas, lo que vino a demostrar tal
eficacia que muy pronto aquel castigo quedó extinguido, y con ello
se evitaron muchas desgracias entre los que habían acudido al toque de
rebato y se pudo salvar la cosecha, con lo que, durante aquel año, se
vino a desterrar el hambre y las penalidades que lleva consigo.
Hoy, la fiesta de La Bandera de
San Cayetano además tiene un significado especial pues por ser Gor un
pueblo que ha sufrido en muchas generaciones las penalidades que comporta
la emigración, y dado que por venir a celebrarse en los primeros días de
agosto, tiempo de vacaciones, es también la mejor ocasión que se tiene
para que se sucedan año tras años el encuentro de muchos de sus vecinos
que un día salieron en busca del trabajo, y por ello no falta la voz que
dice de ella que ante todo es eso, la fiesta del encuentro pues,
para la mayoría de los que vienen a Gor a pasar unos días, viene a ser
la primera ocasión que se tiene para que se vean con los que han
permanecido en el pueblo, y se saluden y abracen.
Pero junto a lo que en sí es el
rito festivo de La bandera de San Cayetano en Gor, tal como hemos
llegado a presenciarlo en los primeros años del siglo XXI, tenemos que
percibir en él algo más que las puras formalidades propias de dicho
regocijo popular y religioso con que otro año se ha venido a cumplir en
medio del entusiasmo de sus vecinos, pues pronto podemos llegar a entrever
lo que fue su significado primero, a pesar de que hoy parezca que ha
quedado un tanto perdido, al tener que relacionarlo con otra fiesta que
durante siglos se celebró en numerosos pueblos andaluces como fue la
celebración de la conquista de muchos de ellos de manos de los moros
conforme se fueron llevando a cabo por las fuerzas castellanas, y que
tuvieron su expresión más cumplida en la llamada fiesta de La Toma de
Granada, que, por otro lado, desde los primeros años del siglo XVI,
vino a servir de pauta a seguir pues no en vano fue admitida como un
verdadero rito fundacional del que había que participar en numerosos
lugares.
Aunque, por otro lado, dicha
fiesta granadina, que ha llegado hasta nuestros días acompañada de una
polémica en la que destaca su índole política en lo que es también
fiel expresión de los ajuste propios de la recomposición democrática
española que en ellos se ha verificado, por más que desde su inicio
estuviese íntimamente relacionada con lo que en los días medievales fue
la tradición de las entradas de los vencedores castellanos
conforme fueron conquistando las ciudades y pueblos, y en los que, con
frecuencia, no faltó la presencia de los moros vencidos debidamente
encadenados y humillados, como sucedió, por recordar un ejemplo del que
quedó fiel memoria, en la de Antequera, aunque en Granada, por su
significado de final de la larga empresa conocida por Reconquista,
apareció unida a un privilegio concedido por los Reyes Católicos de 1492
por el que se otorgaba la organización de una procesión civil y
religiosa en que, sobre un itinerario significativo y con concurrencia de
todos los estados, se mostrase al pueblo la Espada de los reyes, la Cruz
alzada de su catedral, el Pendón Real y el de Castilla, sus símbolos
máximos.
Dicha fiesta pasaría a
institucionalizarse definitivamente en 1516 por orden dada por Carlos I en
que dispuso que el cortejo debía tener una gran importancia, y como tal
encontramos que vino a cumplimentarse en gran parte sobre el ceremonial
que, desde hacía muchos años, se había establecido en Sevilla cuando se
conmemoraba su conquista en el siglo XIII por Fernando III el Santo, y en
el que se resaltaba tanto la victoria del ejercito castellano como la
llevada a cabo sobre el Islam por los así mismo eran soldados de Cristo,
aunque por los datos que poseemos pronto tuvo reconocida preeminencia el
fundamento político sobre el puramente religioso, como quedó bien
dispuesto por expreso mandato de los Reyes Católicos a pesar de ciertos
detalles que pudieran parecer que propiciaban lo contrario, aunque el
orden establecido lo dijo de manera clara, pues a la entrada hecha en
Granada del Cardenal Mendoza le seguiría la del Conde de Tendilla con los
símbolos reales, y con ello, el hecho de que en primer lugar se
presentaría a los granadinos en la Torres de Comares y de la Vela de la
Alhambra la Cruz alzada y los pendones de Santiago, y por último el
Pendón Real.
Durante todo el siglo XVI la
exaltación patriótica y religiosa que era la fiesta del Pendón se
repitió una y otra vez en muchos pueblos y lugares de Granada, Almería,
Málaga, Murcia..., con lo que, al mismo tiempo que se entraba en un
tiempo de fiesta, periódicamente, se venía a recordar a la numerosa
población de moros que en ellos vivían su condición de vencidos, y así
mismo dichas fiestas se hicieron por diversos motivos pues no primaron
sólo los puramente conmemorativos, ya que dichas fiestas habían de
servir para exteriorizar el gozo sentido por las ciudades al darse en
ellas la presencia de algún miembro de la familia real, como, por
recordar un ejemplo, encontramos en Sevilla cuando a ella llegó en 1516
la reina doña Juan, y de la que sabemos por puntual Relación que
de ella se escribió para que quedase fiel memoria, y en la que
encontramos que junto a la solemne misa y posterior procesión, el rey de
armas de dicha ciudad, desde una de las torres del alcázar real, pasó a
mostrar a la muchedumbre el Pendón Real y a dar las voces rituales de Castilla,
Castilla, Castilla, por los muy altos y poderosos la reyna doña Juana...
Y así mismo, junto a estos
actos, tanto en las ciudades como en los pueblos, pronto llegaron a
argumentarse pequeñas representaciones teatrales con notables parlamentos
que vinieron a recibir el título de Moros y Cristianos, y en las
que, tras una primera jornada con victoria de los moros, se terminaba en
otra segunda con triunfo definitivo de los cristianos, junto al hecho que
aquellos llegaban a convertirse a la religión de Cristo y, en
demostración cumplida, pasaban a marchar en vistosa procesión tras la
imagen de la Virgen del lugar junto a alarde de pólvora.
Sabemos que en Granada, durante
el viaje de novios del emperador Carlos, se celebró una magna
representación de Moros y Cristianos a la que éste asistió junto
con la emperatriz. Así mismo sabemos que muchos de los libretos
utilizados en un buen número de las comedias sobre las que se asentaba la
fiesta fueron escritas por el lorquino Ginés Pérez de Hita, novelista
que así mismo, en diversas ocasiones, vino a mostrar con detalle las
relaciones caballerescas y de todo tipo que se dieron entre moros y
cristianos en la Granada de los nazaritas, y que, así mismo, pasó a
organizar su montaje por numerosos pueblos.
Como es bien sabido, Gor fue un
notable hins musulmán, y como tal ciudad con doble muralla que fue
ganada para los castellanos ante el asalto que, sin duda, lo fueron las
próximas Baza y Guadix en 1489. Y en concordancia con su importancia
mereció los honores de ser representada en uno de los relieves de la Guerra
de Granada que fueron esculpidos por el entallador Rodrigo Alemán
para la rica sillería baja del coro de la catedral de Toledo. En dicho
relieve, ante la línea de torres y lienzos de murallas que las unen,
encontramos la figura de don Fernando, el rey Católico, montado a la
jineta en un caballo con manto sobre la armadura, junto a la Cruz y su
Pendón, y al frente de su ejército de caballeros y peatones.
La villa de Gor y las tierras de
su sierra, posiblemente a finales de 1492, fue concedida a título de
señorío por carta de heredad a don Juan de Almaraz, y tras la
muerte de éste, a don Sancho de Castilla, ayo del príncipe don Juan, por
los servicios leales prestados en la guerra de Granada.
Y en este punto, tras recordar
estas mínimas referencias y notas de carácter histórico, debemos
preguntarnos si la fiesta de La Bandera no es una pervivencia de
una de aquellas que bajo la denominación de El Pendón Real debieron
celebrarse durante cientos de años en Gor, y así mismo en íntima
alianza con la fiesta de Moros y Cristianos que también
encontramos que ha pervivido en ella pues sabemos que no hace muchos años
ha sido recuperada tras pasar por un silencio de algunos años, al
volverse a representarse con entusiasmo en una de sus pedanías, en La
Junta, en plena sierra.
Pero ello hace que dentro de la
indeterminación que su origen conlleva nos tengamos que preguntar por el
momento en que debió verificarse el cambio que llevó a que dejase de ser
una fiesta puramente civil para llegar a ampararse bajo la tutela del
ritual religioso. La respuesta debemos buscarla en los repetidos
enfrentamientos que se levantaron entre los vecinos de Gor con los
detentadores del señorío, siempre en tierras lejanas, por más que se
hiciesen presentes por la presencia del castillo, también su símbolo de
dominio, y así mismo de sus administradores siempre celosos de cobrar lo
que eran sus derechos.
De estas oposiciones y
resistencias, nos han quedado constancia en documentos que figuran en su
archivo municipal y en los que se custodian en la Chancillería de
Granada, así como en algunos Memoriales ajustados, como el que se
promovió en 1792 por pleito entre el Concejo, Justicia y Regimiento de la
villa de Gor, y el titular del señorío don Nicolás Álvarez de Boorques,
marqués de Trujillos... y que tuvo gran trascendencia, pues por él vino
a reafirmarse a sus vecinos en los derechos que tenían adquiridos sobre
los pastos, dehesas y montes, corte de leña y madera... de su sierra y
río.
Sin duda, el espíritu que
durante siglos había estado presente en el viejo Pendón había
pasado a diluirse hasta el punto de quedar olvidado, y el rito sobre el
que descansaba su fiesta, por acción de los padres teatinos que actuaron
en esta sierra y que llevaron a que el patronazgo de Gor, que hasta
entonces había sido de San Blas, pasase a ser compartido con San
Cayetano, santo que así mismo alcanzó durante los siglos XVII y XVIII
gran aceptación en muchos lugares de Andalucía, Murcia, Reino de
Valencia...
Del Pendón como símbolo
que, con el paso del tiempo, había llegado a ser de un poder representado
por el señor del lugar, lejano y extraño, y visto como un dueño
autócrata, se pasó a La bandera de San Cayetano propia de la
cofradía en que se había amparado todos los goreños, un santo
protector del que pronto se oyeron mercedes y milagros, y que, como
sabemos, les prestó reconocidos socorros, y con este nuevo símbolo,
propio, los goreños se sintieron protegidos y representados, y, sin duda,
en su procesión por sus calles, lo que antes había sido percibido como
muestra de un dominio penoso vino a pasar a ser tenido como presencia de
un medio sobrenatural por el que se bendecía el camino trazado que
guardaba su callejero.
Pero de aquel rito, como no
podía ser de otro modo, han quedado algunos signos que dicen sin
equívocos de su origen, como es el hecho de que el mayordomo que porta la
bandera sea elegido en sesión celebrada en el Ayuntamiento, es decir, sin
intervención de la autoridad eclesiástica ni de la cofradía de san
Cayetano que durante siglos hubo en Gor, así como que en la procesión no
haya acompañamiento del clero, pues como tal sólo lo estará en la
puerta de la iglesia a su salida y en la que al día siguiente se hace con
su imagen escoltándola.
Y junto a ello, muy pronto se
percibe un sentimiento popular que nos dice que la Bandera de san Cayetano
es algo tenido como propio, algo que les pertenece, y que una vez más se
hizo saber cuando no hace mucho tiempo un cura párroco, recién llegado a
Gor pretendió cambiar la hora de la salida de la comitiva de la Bandera,
la una del mediodía de un día de agosto, momento incómodo por el
abrumador calor que suele hacer, para pasar a trasladarlo a las ocho de la
tarde como más apropiada, y parece ser, por lo que me contaron, que la
gente se le vino encima al tiempo que le avisaban que lo relativo a La
Bandera de San Cayetano no era cosa de él.
Y en Gor, cuando se llega al
momento de guardar la Bandera, se dicen y comentan los lances del
encierro, se habla del bullicio de las verbenas y de las muchachas que han
presidido los festejos... y como en tantos otros lugares de toda España,
no falta el que, con aires de nostalgia, dice hasta el año que viene.
-oOo-
Por otro lado podemos reseñar
algunas fiestas de pueblos españoles en las que la bandera o un pendón,
como sucede en Gor, ocupa el centro de ellas. Así, en Hinojosa del Duero
(Salamanca), en los días de junio, por San Juan, se celebran unas fiestas
en conmemoración de la liberación del pueblo de manos del señor del
castillo que fue conseguida, según refiere la leyenda que es admitida
como parte importante de su pasado histórico, a que una de sus hijas
estaba enamorada de un pastor, lo que la llevó en una noche oscura a
abrirle la puerta para que pasase junto a ella, lo que aprovechó el
pueblo para entrar y matar al déspota y a todos sus moradores, incluida
la muchacha. Una serie de danzas que tienen el nombre de la liberación
ocupan su parte central, y en ellas intervienen la muchacha, el pastor, el
señor feudal, el pueblo, el rey, el mayordomo portador de la espada de la
justicia... y el abanderado que así mismo, a la salida de misa y durante
la procesión echa la bandera.
En Yecla (Murcia), en diciembre,
se hacen fiestas en honor de la Purísima para agradecerle la vuelta de
todos los yeclanos que acudieron a tomar parte en la campaña de Cataluña
contra Francia, ya que ninguno de ellos murió en la empresa, lo que fue
considerado un hecho milagros. Junto a los disparos hechos por unos
quinientos arcabuceros o tiraores que no cesan de disparar, en el
momento de la bajada de la Virgen de la ermita del Castillo, tanto en la
puerta como en diversos lugares del recorrido de la procesión se juega
la bandera.
En Peñalsordo, (Badajoz), por el
Corpus, la cofradía del santísimo Sacramento organiza los distintos
festejos con los que se conmemora la toma del castillo de Capillao que
la tradición refiere que fue ocupado por los moriscos que moraban en el
pueblo durante las guerras de las Alpujarras, y posteriormente tomado a
éstos gracias al ingenio de los cristianos, muchos menos en número, y a
la intervención milagrosa de la Virgen. Por ello se baila la bandera
al lado de un castillo simbolizado por una torre humana.
En Laguardia (Álava), por San
Juan de junio, junto a danzas tradicionales en las que destaca la figura
del cachimorro, una especie de botarga, el síndico ondea con
fuerza la bandera de la villa para terminar postrándola a los pies de la
Virgen del Pilar y del santo patrono San Juan. Por las mismas fechas se
hace la fiesta del Capitán en Frías (Burgos), donde el capitán baila
la bandera en el castillos y en el prado junto a su famoso puente.
A la fiesta de La Estepa
(Burgos), cada cuatro años, en el domingo de Pentecostés, se hace una
procesión de bendición de los campos con concurrencia de los estandartes
de los pueblos vecinos como Arenillas de Muñó, Villaldemiro, Hormaza,
Medinilla de la Dehesa... En la zona de Melgar de Fernamental (Burgos),
ante la ermita de la Virgen de Zorita, se reúnen varios pueblos en
romería para cumplir con el voto hecho por haberles librado la Virgen de
una sequía en 1882. Los pueblos se saludan con los pendones en una
vistosa ceremonia.
En algunos lugares el pendón
juega un papel de enfrentamiento ritual entre los mozos y las mozas, como
en La Alberca (Salamanca), donde se celebra la intervención decisiva de
las mujeres de La Alberca, partidarias de don Isabel la Católica, cuando
tomaron el pendón del prior de Ocrato a los seguidores portugueses de
doña Juana la Beltraneja. Los mozos reciben del alcalde el pendón y lo
pasean a caballo por las calles del pueblo hasta ir a parar a las eras
donde lo colocan en la espadaña de la ermita de San Blas, pasándose a
continuación a dar cuenta de la merienda y de desarrollar competiciones y
juegos populares, pero, en un momento dado, las mozas arrebatan el pendón
y salen corriendo para el pueblo donde lo presentan como sus defensoras en
su plaza Mayor al tiempo que se da inicio al baile.
En Horcajo de la Sierra (Cuenca)
hay otra fiesta en la víspera de La Inmaculada donde se pasea a caballo
el pendón de la Virgen después de haber forcejeado por sacarlo de la
parroquia por la puerta de la sacristía.
En numerosas fiestas de Moros
y Cristianos se hacen ruedas o ruedo de banderas, como
encontramos, por recordar sólo una de ellas, en Caudete, (Albacete)
cuando en septiembre se escenifican los Episodios caudetanos junto
a grandes desfiles.
La bandera, seña y símbolo,
como vemos, es pieza esencial en numerosas fiestas españolas.
BIBLIOGRAFÍA.
Sobre Gor y su sierra, ver V.V.
A.A., Guía para conocer y visitar el Parque Natural de Sierra de Baza,
Baza, 1998. Y la revista Puerta de la Villa. Gor. Se han publicado
40 números.
Sobre la fiesta de La Toma
de Granada, ver Bernard Vincent, «La Toma de Granada», en V.V.A.A.,
La fiesta, la ceremonia y el rito, Actas del Coloquio
internacional, Palacio de la Madraza, 24/26-IX, 1987. pp. 43 y ss., y
Miguel Garrido Atienza, Las fiestas de la Toma, con prólogo de
José A. González Alcantud, Granada, 1998. Para la ocupación del reino
nazarita y algunas de las Tomas, como la de Baza, Loja, Zahara,
Antequera... ver José A. González Alcantud y Manuel Barrios Aguilera
(Eds.) Las Tomas: antropologiá histórica
de la ocupación territorial del reino de granada. Granada, 2000.
Ver Juan Mata Carriazo, Los
relieves de la Guerra de Granada en la sillería de la catedral de Toledo,
Granada, 1985
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