Glosar la figura de este goreño empedernido es empresa fácil,
sobre todo si se le ha conocido de cerca, porque las virtudes fueron
consustanciales a él, si consideramos como tales su diligencia en el
trabajo, su constancia, su meticulosidad, su austeridad en las costumbres
y hábitos de vida -fue siempre un deportista que ni fumaba ni cometía
excesos- y, sobre todo, su apego a la tierra que le vio nacer. Era
también dialogante, amable en el trato y cordial en sus formas. Un
arsenal de buenas cualidades que le ayudaron a triunfar en la vida y a
disfrutar de una buena posición económica.
Este perito mercantil, nacido en 1931, pasó su infancia en Gor
coincidiendo con la guerra civil, guerra que no sería la única de su
vida, pues los avatares de la historia le llevaron a tener que combatir,
cuando estaba cumpliendo el servicio militar como alférez de complemento,
en la de Ifni, entonces colonia española en África.
Llevado por el amor a nuestra tierra, que siempre fue la suya, (a pesar de
haber pasado la mayor parte de su vida en Barcelona) se construyó una
casa en Gor y se vino a vivir en cuanto se jubiló. Aquí se afilió a la
Asociación Cultural Amigos de Gor y no hubo que insistirle mucho para que
aceptara el cargo de secretario de nuestra entidad, donde dejó su
impronta y reparación, hasta que perdió su última batalla contra la
más temible de las enfermedades.
Desde estas páginas queremos rendir nuestro más sentido homenaje a
Antonio y darle las gracias por todo lo que hizo por la Asociación, por
haberlo encontrado siempre dispuesto a colaborar, por no haberle visto
nunca un mal gesto, por tener sus puertas abiertas a la amistad y al
progreso.. (es increíble el optimismo y la fe con que se enfrentó con la
informática, con moderación, sin prisa pero sin pausa, como si fuese una
pieza más que cobrar para su zurrón de cazador extraordinario).
También, por no hacer ruido, por pasar casi de puntillas por la vida, por
el ejemplo de laboriosidad que nos dio a sus paisanos y por ser un goreño
enamorado de su tierra y de su gente.
Queremos expresar nuestro pesar a su esposa, Virtudes, a sus hijas Mari
Trini y Celia, como también al resto de su familia, deseándoles que
tengan el ánimo suficiente para superar esta gran pérdida y, al mismo
tiempo, enviarles el consuelo, que para ellos puede suponer, el saber que
era querido y admirado por muchos que los hemos considerado como una
excelente persona. ¡Hasta siempre, Antonio!
La Junta Directiva
No nos ha sido fácil asimilar las noticias que hablaban
de sus problemas de salud, de su empeoramiento progresivo y aún menos del
fatal desenlace al que inevitablemente llegó.
Antonio era la antítesis de la enfermedad, del cansancio, de la apatía,
de la muerte... Su imagen afable y su carácter eran sinónimos de
vitalidad, de constancia, de orden y buen sentido. Su deseo de ser útil,
de colaborar, le llevó a aceptar la secretaría de la Asociación por la
que sentía un gran cariño.
Y la verdad es que su presencia no pasó desapercibida. Se notó muy
positivamente su capacidad, su orden, su buen hacer.
La lectura de su último artículo publicado en la revista (nº 31) sobre
una de sus más conocidas aficiones, la caza, nos delata a una persona
capaz de vibrar ante la vida y de trasmitir con toda sencillez un canto de
admiración a la naturaleza, a la nobleza de sentimientos. No me resisto a
reproducir un párrafo que fundamenta esta afirmación:
"...Sin pensarlo, (está describiendo una escena de caza), separé el
dedo de los gatillos, lo que me trasmitió un gran sosiego, sentí la
liberación de mi espíritu y una paz interior inundó mi cuerpo. Había
conseguido dominar mi instinto..."
Hemos perdido a un buen hombre, un buen goreño, un socio y colaborador
extraordinario. Sirvan estas líneas para expresar nuestro profundo pesar
y, a la vez la satisfacción y el agradecimiento de haber contado con él
en esta Asociación.
Mª Carmen García Jiménez |