Boletín Nº 34 (Agosto de 2000)

 

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En Memoria de Antonio Gámez Sánchez


Glosar la figura de este goreño empedernido es empresa fácil, sobre todo si se le ha conocido de cerca, porque las virtudes fueron consustanciales a él, si consideramos como tales su diligencia en el trabajo, su constancia, su meticulosidad, su austeridad en las costumbres y hábitos de vida -fue siempre un deportista que ni fumaba ni cometía excesos- y, sobre todo, su apego a la tierra que le vio nacer. Era también dialogante, amable en el trato y cordial en sus formas. Un arsenal de buenas cualidades que le ayudaron a triunfar en la vida y a disfrutar de una buena posición económica.
Este perito mercantil, nacido en 1931, pasó su infancia en Gor coincidiendo con la guerra civil, guerra que no sería la única de su vida, pues los avatares de la historia le llevaron a tener que combatir, cuando estaba cumpliendo el servicio militar como alférez de complemento, en la de Ifni, entonces colonia española en África.
Llevado por el amor a nuestra tierra, que siempre fue la suya, (a pesar de haber pasado la mayor parte de su vida en Barcelona) se construyó una casa en Gor y se vino a vivir en cuanto se jubiló. Aquí se afilió a la Asociación Cultural Amigos de Gor y no hubo que insistirle mucho para que aceptara el cargo de secretario de nuestra entidad, donde dejó su impronta y reparación, hasta que perdió su última batalla contra la más temible de las enfermedades.
Desde estas páginas queremos rendir nuestro más sentido homenaje a Antonio y darle las gracias por todo lo que hizo por la Asociación, por haberlo encontrado siempre dispuesto a colaborar, por no haberle visto nunca un mal gesto, por tener sus puertas abiertas a la amistad y al progreso.. (es increíble el optimismo y la fe con que se enfrentó con la informática, con moderación, sin prisa pero sin pausa, como si fuese una pieza más que cobrar para su zurrón de cazador extraordinario). También, por no hacer ruido, por pasar casi de puntillas por la vida, por el ejemplo de laboriosidad que nos dio a sus paisanos y por ser un goreño enamorado de su tierra y de su gente.
Queremos expresar nuestro pesar a su esposa, Virtudes, a sus hijas Mari Trini y Celia, como también al resto de su familia, deseándoles que tengan el ánimo suficiente para superar esta gran pérdida y, al mismo tiempo, enviarles el consuelo, que para ellos puede suponer, el saber que era querido y admirado por muchos que los hemos considerado como una excelente persona. ¡Hasta siempre, Antonio!

La Junta Directiva

 

No nos ha sido fácil asimilar las noticias que hablaban de sus problemas de salud, de su empeoramiento progresivo y aún menos del fatal desenlace al que inevitablemente llegó.
Antonio era la antítesis de la enfermedad, del cansancio, de la apatía, de la muerte... Su imagen afable y su carácter eran sinónimos de vitalidad, de constancia, de orden y buen sentido. Su deseo de ser útil, de colaborar, le llevó a aceptar la secretaría de la Asociación por la que sentía un gran cariño.
Y la verdad es que su presencia no pasó desapercibida. Se notó muy positivamente su capacidad, su orden, su buen hacer.
La lectura de su último artículo publicado en la revista (nº 31) sobre una de sus más conocidas aficiones, la caza, nos delata a una persona capaz de vibrar ante la vida y de trasmitir con toda sencillez un canto de admiración a la naturaleza, a la nobleza de sentimientos. No me resisto a reproducir un párrafo que fundamenta esta afirmación:
"...Sin pensarlo, (está describiendo una escena de caza), separé el dedo de los gatillos, lo que me trasmitió un gran sosiego, sentí la liberación de mi espíritu y una paz interior inundó mi cuerpo. Había conseguido dominar mi instinto..."
Hemos perdido a un buen hombre, un buen goreño, un socio y colaborador extraordinario. Sirvan estas líneas para expresar nuestro profundo pesar y, a la vez la satisfacción y el agradecimiento de haber contado con él en esta Asociación.

Mª Carmen García Jiménez

 

 

 

Nochebuena

Ya viene la nochebuena
envuelta en su blanca capa.
Capa blanca que es de nácar
capa blanca que se escapa
por racinos de agua y nieve
que tienen sangrando el alma.
Nochebuena que ya llegas
en tu palanquín de estrellas
cual hermosa soberana.
Pasa pronto, pronto...
y deja que llegue mañana
que el sol de nuevo día
ponga un poco de alegría
a los presos en el alma.
Que noche de todos buena
y es de presos noche mala.
Si supieras nochebuena
las melancolías que arrancas,
al rugir de tus zambombas
y al trinar de tus guitarras
de seguro nochebuena
que al presidio no llegabas.
Que noche de todos buena
y de presos noche mala.

J. Navarrete

 

 

 

 

Las espigas y el pollino


Volvemos otra vez con nuestra Rosilla la Camisona y su Frasquillo y, por supuesto, a tiempos antiguos de nuestro querido Gor. Todos sabemos que la vida ha cambiado mucho y que ahora se vive mejor que antes, y que mucha, mucha gente, al despertarse por la mañana no sabían lo que iban a comer ese día. Bueno, pues nuestra Rosilla había estado espigando y había conseguido algunas espigas de trigo para usarlo como trigo pelao, que supongo, todos sabemos que es uno de los platos más exquisitos y también más baratos que antes se hacían en nuestro pueblo y que consiste en descortezar el grano y cocerlo con sus correspondientes aditivos o aliños. Así que la cuestión tiene su trabajo, puesto que, primero había que ir a rebuscar las espigas en los rastrojos, luego había que machacarlas, aventarlo, limpiarlo, descortezarlo y ya estaba listo para guisarlo. Bien, pues la Rosa había conseguido algunas espigas y las había metido debajo de la cama para, al día siguiente, transformarlas en una suculenta comida. La cama era uno de estos catres grandullones y destartalados, y un pollino que andaba suelto por El cortijuelo, que era donde vivían, entró en la casa y oliendo las espigas se metió como pudo debajo de la cama y se las comió, pero ya no pudo salir y cuando Rosa y Frasco se acostaron, sin saber lo que tenían debajo, con su peso molestaban al animal y éste al intentar librarse de aquel peso se movía y gruñía. Ella decía:

- Frasco, ¿eso qué es?

Y Frasco, tan asustado como ella, no se atrevía a echar pie a tierra. Hay que situarse en aquellos tiempos para entender la situación, porque, para empezar, no había luz eléctrica y para averiguar lo que había debajo de la cama, había que bajarse y encender el candil. ¡A ver quién era el guapo que se atrevía a poner pie a tierra! Así que los dos, abrazados el uno al otro, se pasaron toda la noche rezando a sus antepasados por si era alguno de ellos que había vuelto en demanda de alguna promesa no cumplida. Y así se les hizo de día y se dieron cuenta que el pollino (que por otra parte lo andaban buscando sus dueños) los había dejado sin el precioso alimento. Y esto es todo, y como me lo contaron lo cuento, y hasta la próxima con un cariñoso recuerdo hacia estos simpáticos goreños.

G.P.A.